El colibrí chillón (Colibri coruscans), una de las especies más llamativas de los Andes, es un verdadero destello de vida en los paisajes colombianos. Perteneciente a la familia Trochilidae, su nombre se debe a los sonidos agudos que emite mientras vuela, lo que lo hace inconfundible en su entorno. Además de su belleza, cumple un papel fundamental en la polinización, siendo un aliado esencial para la biodiversidad.
Este colibrí es de gran tamaño en comparación con otros de su familia, alcanzando 13 a 15 cm de longitud y un peso de 7 a 9 g. Su plumaje es un espectáculo de reflejos metálicos: el cuerpo es de un verde iridiscente, con un característico brillo esmeralda que resalta bajo la luz del sol. Su cabeza muestra matices azulados, mientras que su cola es larga y de un intenso tono oscuro. Su pico, largo y ligeramente curvado, es perfecto para extraer néctar de las flores, y su característico vuelo rápido y ágil lo convierte en un espectáculo natural en cualquier jardín o bosque.
Es una especie altamente adaptable, habitando desde el nivel del mar hasta los 3.500 metros de altitud, aunque es más común en zonas montañosas. En Colombia, se encuentra en la región andina y los valles interandinos, frecuentando bosques húmedos, matorrales, jardines y áreas urbanas. Su capacidad de prosperar en entornos modificados lo ha convertido en un visitante habitual de parques y fincas, donde es fácil verlo alimentándose de flores o descansando en ramas expuestas.
Su alimentación está basada en néctar, lo que lo convierte en un polinizador clave para muchas especies de plantas. Al introducir su pico en las flores, transporta el polen de una a otra, favoreciendo la reproducción de diversas especies vegetales. Además, complementa su dieta con pequeños insectos, obteniendo así proteínas esenciales para su metabolismo acelerado. Su voraz apetito lo lleva a ser territorial, defendiendo sus fuentes de alimento con rápidas persecuciones y llamados agudos.
Durante la temporada de reproducción, el colibrí chillón construye su nido en forma de copa, utilizando musgo, fibras vegetales y telarañas para darle resistencia y flexibilidad. La hembra pone dos huevos diminutos, los cuales incuba en solitario mientras el macho se mantiene al margen. Una vez que los polluelos nacen, la madre se encarga de alimentarlos hasta que están listos para volar.
A pesar de no estar en peligro de extinción, el colibrí chillón enfrenta amenazas como la deforestación y el uso de pesticidas, que afectan la disponibilidad de alimento y refugio. Sin embargo, su capacidad de adaptación le ha permitido sobrevivir en entornos urbanos y periurbanos, donde encuentra flores cultivadas que le proporcionan néctar.
El colibrí chillón es mucho más que un ave deslumbrante; es un símbolo de resistencia y equilibrio ecológico. Su incansable labor de polinización lo convierte en un aliado imprescindible para los ecosistemas, asegurando la perpetuidad de muchas especies de plantas. Su presencia en jardines y bosques es un recordatorio del delicado vínculo entre la naturaleza y la vida, invitándonos a proteger y conservar los espacios donde esta joya alada pueda seguir brillando.